martes, 18 de febrero de 2014

El arte de volar


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GUION: Antonio Altarriba
DIBUJOS: Kim
EDITORIAL: De Ponent
PVP: 22,00 €


Álbum tapa blanda. 16,5 x 23,5 cm. 208 págs. bitono. Hay por ahí una edición limitada y numerada, muy bonita, pero no estoy para muchos dispendios. Ya sabéis qué regalarme estos Reyes.

Voy a contar la vida de mi padre con sus ojos pero desde mi perspectiva. Puedo por lo tanto asegurar que fue así como se suicidó. Puedo igualmente asegurar que, aunque parecieran unos pocos segundos, mi padre tardó noventa años en caer de la cuarta planta.

Más o menos, así comienza la narración de esta novela gráfica, lo mejor que he leido este año, y a estas alturas. En tres páginas, observamos el meticuloso plan de un anciano, determinado a poner fin a sus días. Qué le pasará por su cabeza? Qué pasos ha dado, y qué rumbos ha tomado, para llegar a ese punto? Antonio Altarriba, su hijo y tocayo, se pone en su lugar, ayudado por recuerdos narrados, y con multitud de anotaciones como muleta. Pero sobretodo, porque son la misma persona, porque hay una parte de él en su padre, y buena parte de su progenitor en el autor. Le tomamos la palabra y prestamos atención a un relato que no tarda en absorvernos a su esencia.

Cuatro etapas, cuatro periodos de su vida, que servirán para diferenciar y ubicar unos hechos vitales, en un periodo histórico concreto y comprensible. Comienza el intervalo que transcurre entre 1910 y el ’31, en tierras aragonesas. Un mozo reside en una pequeña localidad tan cercana como separada de Zaragoza, realizando una actividad que nunca le reportará felicidad, lo que se convertirá en una constante en su vida. Este joven hará lo posible por agarrar las riendas de su destino, en un entorno tan idílico como claustrofóbico.

La segunda etapa incluye los años comprendidos entre 1931 y el ’49. Sí, lo habéis averiguado, centrado en la pequeña e intrascendente Guerra Civil, que desgarró vidas y conciencias por igual. Es con diferencia la más profunda, lo que aporta una idea de hasta qué punto afectó a nuestro protagonista, lo que no debe extrañarnos. Deja de ser una inocente historia rural, para transgredir en la narración del conflicto bélico, a menudo en primera persona. Conocerá personas que se implicarán de manera inmediata en su vida, para ser olvidadas tan pronto pasamos página.

Una tercera etapa abarca las décadas que integran los años 1949 hasta el ’85. La más longeva, pues incorpora lo sucedido a un hombre corriente, que ya ha sacrificado los ideales más importantes de su vida, a cambio de procurarse una existencia amargada, vacía, traicionada. Una mujer compartirá sus días, aunque no sus sueños, y le proporcionará el más anhelado regalo que puede esperar de la vida: un hijo.

Los últimos años de nuestro protagonista transcurrirán en una residencia, donde decidirá acortar sus sufrimientos. No es difícil entender ahora sus motivaciones, una vez comprendemos el deterioro humano que supone el trato recibido, privado de la dignidad que una vez pudiera exigir. Atención a las muchas correlaciones que hallamos con Arrugas de Paco Roca, otra extraordinaria obra integrada por ancianos asilados.

Con este resumen he pretendido ordenar el contenido de la obra, pero soy consciente de mi incapacidad para transmitir las sensaciones recibidas mediante palabras. Es por ello que ni siquiera me esfuerzo, sabedor de la inutilidad de plasmar esos maravillosos sentimientos con mis burdas expresiones. Eso lo dejo a los especialistas en prólogos, conocedores de terminología comiquera y conceptualización narrativa.

No puedo ignorar el trabajo del dibujante Kim (Joaquim Aubert Puigarnau para los amigos), sin cuya labor esta obra sería algo muy diferente. Tan solo le reconocía por las páginas de Martínez el Facha en la revista El Jueves, las cuales siempre paso de largo por falta de feeling. Y es que nunca me ha gustado su estilo que tanto acerca el realismo con la sátira, pero debo admitir que aquí ha rizado el rizo. La densidad de la viñeta ciertamente no lo asusta, y se maneja con sorprendente facilidad entre las infinitas reacciones faciales. Además, no renuncia nunca a su talante, y se sirve de caricatura tanto como quiere, para relativizar caracteres que se adaptan a su interpretación.

Me bastará decir que esta es, sin lugar a dudas, una de las lecturas imprescindibles del panorama comiquero contemporáneo, patrio para más inri. Cuándo empezarán a caer los premios y el reconocimiento? Tan pronto corra la tinta.


Valoración: 9/10


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