martes, 18 de febrero de 2014

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GUION: Brian Azzarello
DIBUJOS: Richard Corben
EDITORIAL: Planeta
PVP: 7,50 €


Antes de empezar y llevar a confusión, quisiera advertir que mi reseña deriva de la lectura del ejemplar editado por Planeta a principios de siglo. De ahí la edición en tapas flexibles, tan económica y humilde. Actualmente, Panini ha puesto de su parte, y nos ofrece la misma historia con una presentación más aceptable como regalo a envolver; tapas duras y un precio de venta al público nada disparatado, por cierto. De todos modos, yo me quedo con mi tebeo, que ya le he tomado cariño.

Azzarello es un guionista muy particular, capaz de cualquier interpretación, por disparatada que pudiera parecer a priori. Junto con Risso, ha serializado la más impactante y longeva trama negra que soy capaz de recordar, y solamente por ese trabajo, 100 Balas, ya merece un lugar privilegiado en el partenón de los mejores.

Corben, por su parte, cuenta con una carrera brillante y prolífica, que para resumir deberíamos ocupar más de una y de dos páginas. Recientemente, he adquirido ciertas publicaciones con ilustraciones sobre clásicas obras del género del horror, como son Edgar Allan Poe, y Lovecraft.

Ambos autores, cuando deciden colaborar, dan muestras de un talento sin precedentes. Suya es una de esas interpretaciones inolvidables sobre el impío detective Constantine, encarcelado para horror de sus vecinos de celda.

Esta es otra de esas ocasiones en que se detecta química entre los dos maestros. El personaje de Hulk siempre ha estado envuelto en una aureola clásica, con el siempre manido recurso de la doble personalidad, los dos caracteres, el civilizado y el salvaje, compartiendo el mismo espacio, el mismo individuo. La diferencia de esta dualidad, como ya ocurriera en la obra de Stevenson, es que puede diferenciarse, separar los dos estados, hacerlos independientes.

En este caso, juegan una vez más con esa animadversión que sienten, de manera mutua, dos entidades condenadas a compartir un mismo espacio. Una no puede vivir sin la otra, literalmente, aunque procuran destruir su alter ego, hartos de tantas interferencias. Una bestia destructora sin freno, una fuerza ilimitada de exterminio, impelida a la voluntad de un mequetrefe panoli e incapaz. Tener el poder, y no poder utilizarlo.

Todo un acierto, este punto de vista algo más adulto, sobre la conveniencia y las circunstancias de disponer un arma tal, un juggernaut esmeralda pulverizador de estructuras, y aniquilador de vidas. O cómo tomarse en serio un súper con pantalones lilas.


Valoración: 7/10

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