viernes, 8 de julio de 2011

Rebétiko. La mala hierba

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GUION Y DIBUJOS: David Prudhomme
EDITORIAL: Sinsentido
PVP: 19,00 €


Album tapa dura. 104 pgs color. 23,5 x 30 cm. Premio "Una mirada al mundo" en Angouleme 2010.

Allá en 1936, un fascista llamado Metaxas se hizo con el poder dictatorial en Grecia. A la manera de Hitler en Alemania, Mussolinni en Italia, o Franco en España, pretendía instaurar un régimen fascista con su cabeza al frente de la situación. Había llegado el momento de buscar un cabeza de turco a quien culpar de todos los males del país, y no tuvo que molestarse demasiado en encontrarlo.

Años antes, el país había perdido su última colonia en Turquía, lo que obligó a miles de conciudadanos a regresar a su tierra natal. La acogida no fue fácil, pues eran poco más que miserables y desgraciados que lo habían perdido todo. Además, su cultura bebía tanto de las regiones adyacentes como la milenaria tradición de sus ancestros, lo que la convertía en una rica fuente cultural, pero también en el objetivo de ojeriza.

Estos inmigrantes representaban el matrimonio entre Occidente y Oriente, en una región caracterizada por disfrutar de ambas sabidurías. Sus cantos y danzas, además, estaban profundamente inspirados en el vaivén mesiánico de Levante, algo hermoso, pero ciertamente incomprensible a los ojos inefables del ignorante y prejuicioso.

Efectivamente, en este volumen se nos muestra en qué consiste el rebétiko, también conocido como “blues griego”. Se baila de manera hipnótica, con los ojos cerrados, siguiendo cada inflexión de la melodía. Sus ejecutores eran gentes sin gobierno, pobres desamparados y noctámbulos vagabundos, por lo que no es de extrañar que se convirtieran en el chivo expiatorio de la nueva política gubernamental.

Prudhomme, no obstante, evita en su mayor parte ese roce con el gobierno, centrándose en los quehaceres cotidianos de sus procuradores, esos hombres (y en ocasiones mujeres) que vivían la vida de manera harto peculiar, con el canto y el sonido del buzuki como banda sonora de infinidad de noches interminables.

Mi desencanto viene, precisamente, del equivocado rumbo que emprende el autor, enfocando el tema de manera más artística que histórica. Sabida es mi indiferencia con respecto a la música en el entorno cómic, ya sea el tango (Fueye), el rock (Cash I See a Darkness), el jazz (Jazz Maynard), el blues (Meteor Slim), o la ópera (The League of Extraordinary Gentlemen 1910); algo como un arte tradicional heleno no me hará cambiar de opinión al respecto.


Valoración: 3,5/10


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