jueves, 21 de marzo de 2013

Cenizas

wrapimgGUION Y DIBUJOS: Alvaro Ortiz
EDITORIAL: Astiberri
PVP: 20,00 €


Tomo tapa dura, 16x23 cm., 192 pag., color.

Cada año, pocuro encontrar las obras nominadas al Saló del Còmic de Barcelona, para leerlas y formarme una opinión previa al fallo del excelentísimo jurado, bla, bla, bla. El mismo rollo de siempre como prólogo a una reseña, en ocasiones algo forzada, pero que en esta ocasión fluye de manera natural. En cualquier caso, no debo olvidar mencionar que Cenizas es uno de los muchos títulos nominados al premio como mejor obra nacional, y uno de los que me gustaría obtuviese dicho reconocimiento.

Se trata de una “road movie”, pero en un tebeo; un “road comic”? Un viaje geográfico y espiritual que comparten un variopinto grupo de personajes, con mucho que contar y algunas cosillas que convienen ocultar. No se alteren, porque los acabaremos conociendo a todos, a los buenos y a los no tan buenos, aceptando sus oscuros rincones, pero descubriendo que ni son tantos, ni tan oscuros.

El objeto del viaje en cuestión viene a ser transportar las cenizas del título, y tienen que ser los tres amigos de toda la vida, quienes la lleven hasta el punto marcado con la cruz. La naturaleza de esas cenizas no es difícil de imaginar, pero debemos recordar la facilidad con la que podemos purgar nuestras dudas y culpabilidades, a través de unos restos mucho más comunicativos que unos amigos de carne y hueso, con sus neuras y contradicciones.

Además de los protagonistas, que aparecen en portada, disfrutaremos de una interminable galería de secundarios, de lo más estrambóticos, muy bien definidos, tanto si equilibran parte de la trama, como si solamente realizan una mera función de esporádicos agentes del caos. Unos matones clónicos de ZZtop, un siniestro responsable de moto hotel, el amigo enriquecido con el transporte de drogas, una misteriosa chica a la que iremos conociendo en el transcurso de la lectura, y como no, un mono, elemento imprescindible para amenizar cualquier aventura.

Los dibujos no son nada del otro mundo, claro. Un rostro ovalado, otro circular, otro cuadrado, y ya tienes al trío protagonista. Pero no se trata de una excursión al hiperrealismo de la carretera; más al contrario, un rostro demasiado humano nos despistaría del propósito original que Alvaro Ortiz imprimió a la obra: nostalgia y desencanto, aferrados a la intensa sensación de compartir kilómetros por delante con quienes son los mejores amigos que nunca tendrás.


Valoración: 7,5/10



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