GUION: Brian Azzarello
DIBUJOS: Danijel Zezelj, Werther Dell’Edera
EDITORIAL: Planeta
PVP: 20,00 €
Tomo 168 pgs color, tamaño 17x26 cm. Recopila: Loveless #13-24 USA.
Nuestra historia termina aquí y ahora. Y es definitivo; no hay vuelta atrás, no hay segundas oportunidades. Puedes despedirte, decir adiós y dejar un bonito cadáver, armando algo de escándalo antes de quedar sepultado bajo cuatro metros cúbicos de tierra. Se acaba la aventura de Loveless, prematura pero inevitablemente.
El primer número de esta serie Vertigo podía disfrutarse a través de una descarga legal desde la web oficial de la editorial. No podía esperar a su publicación, atezado gracias al disfrute de un título que fue lanzado para sondear el terreno, El Diablo. El resultado no pudo ser más decepcionante.
La culpa debe recaer sobre los hombros del prolífico Azzarello. Libertad absoluta para una serie centenaria del sello adulto, aquí se proponía unas cotas semejantes. Tras la guerra de la secesión americana, un pueblo perdido de la mano de Dios, Blackwater, tiene muchos cadáveres en el armario, y se respira un ansia de venganza palpable, vapores del riachuelo que da nombre al poblacho. Esa era la premisa que soportaba las entregas previas a ésta.
A estas alturas, ya asumimos la falta de criterio del autor, su nula direccionalidad, su torpeza a la hora de crear unos personajes mínimamente creibles, que se comporten de acuerdo a algo más que dos líneas de carácter psicológico básico. Esperamos, de algún modo, que se produzca el milagro de la inspiración que tanto talento debe acumular el artista. Yo sigo esperando, de hecho.
Parte del pecado lo comparten también los dibujantes, empecinados en demostrar la belleza de la fealdad, mediante el sistema de pintarlo todo del modo más feo posible, esperando que el editor capte la belleza inherente de los fajos de billetes. En otras colecciones afines parece funcionar, como es el caso de Scalped, o Greek Street, pero no olvidan aportar calidad a su trabajo.
Así pues, Zezelj merece su parte del castigo. Su dibujo es más feo que pegar a un padre con un calcetín sudado, y su arte sirve poco más que para confundir al sufrido lector, ya aturdido y desorientado con una trama desquiciante. Dell’Edera parece mejor, en comparación, hasta que los plazos de entrega se le echan encima, y es entonces cuando demuestra los motivos por los que fue seleccionado en un principio: no sabe dibujar.
Se acabó lo que se daba, como íbamos diciendo cuando inicié la reseña. Al menos los chicos de Planeta se han esforzado en incluir el material disponible, para evitar el desconsuelo de los lectores raros, que alguno hay. Eso nos ha permitido asistir a la conclusión de la historia, algo francamente impactante. Era necesario estropear el camino para presentar un final decente?
Valoración: 3/10
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