lunes, 19 de diciembre de 2011
Un buen hombre
GUION: Javier Cosnava
DIBUJOS: VVAA
EDITORIAL: Glenat
PVP: 18,50 €
Álbum tapa dura. 82 pgs color. 21,5 x 29 cm.
Ante todo, debo comenzar pidiendo disculpas por el retraso. Hará cosa de un año, leía y reseñaba Mi heroína, del mismo autor, en este mismo foro. Poco después, el propio Javier Cosnava se ponía en contacto conmigo, y me confirmaba algunos aspectos de su obra. Me dirigía, asímismo, a la lectura de su última novela gráfica, que recién podía compartir con sus lectores, Un buen hombre. Prometí entonces que le pondría las manos encima, y al menos ahora, aun más tarde que temprano, cumplo mi propósito.
Apoyados en las declaraciones de primera mano de una testigo, nos ubicamos en las cercanías del campo de concentración de Mauthausen, ya en las postrimerías de la Gran Guerra. Allí se erige una lujosa urbanización, con todos los equipamientos y lujos, para alojar a altos cargos de la policía militar nazi. Por supuesto, cuenta con una mano de obra gratuita y dispuesta; cualquier cosa es mejor que la alternativa.
Vamos aplicando nuestro ojo de halcón a los distintos habitantes de dicho complejo: el prisionero esclavo cavando una zanja, el soldado furibundo intentando mantener el orden a base de palos, un padre inculcando valores a su hijo, o un marido frustrado impartiendo caritativa retribución. Todos producto de un mundo prefabricado, dirigido por un ideal corruptor y deformador del humanismo.
Pero no nos llevemos las manos a la cabeza, pues el autor ha omitido posibles perspectivas, demasiado brutales para representar sin previo recetario. La visión cruda de lo que sucedía en cualquier campo de concentración, o aledaños, bastaría para licuar los huesos del lector. Cosnava nos ahorra la experiencia sugiriendo tanto como mostrando, lo que puede ser de agradecer, o bien de criticar. Personalmente, considero que ha logrado un justo equilibrio, pero matizado.
El mayor impedimento con el que debe haberse encontrado el autor, es comprimir en pocas páginas todo lo que quería contar, todo lo que quería mostrar y denunciar sin tapujos ni vendas. Es simplemente demasiado, y obliga a manifestarlo de manera forzada, artificiosa, induciendo a sus personajes a actitudes y diálogos desubicados de su entorno. De hecho, una sola de sus ideas, como podría ser el lavado de cerebro al que el sistema sometió a los alemanes, podría abarcar varios álbumes sin dificultad, y muchas más páginas escritas de las que disfruta el presente volumen.
Otro de sus deméritos se convierte, por causas obvias, en su mayor triunfo, y es la participación de varios autores encargados de ilustrar el cómic. Comparten personajes y ubicación, lo que obliga a una gran coordinación que no se logra por completo. Por el contrario, ofrece una riqueza imposible de lograr de otro modo, cada artista con su estilo, sirviendo siempre al criterio del guionista, pero disfrutando de una libertad creativa excepcional.
Quisiera destacar, entre la decena de ilustradores, algunas participaciones que me han resultado excepcionales. Toni Carbos repite colaboración, y abre en una suerte de prólogo independiente del resto, con lo que disfruta de libertad creativa absoluta, y se nota. Javier Fernández nos regala con una página maestra, digna del noveno arte, entiendo que producto de una revelación de las musas. Fernando Baldó demuestra un dominio exclusivo de la narración gráfica, fantástica a pesar de las imperfecciones. Finalmente, no quiero dejar de mencionar a Javier Navarro Barreno, quien me recuerda nada menos que a Cassaday, lo que no es moco de pavo.
Regusto amargo resulta tras la lectura del álbum, lo que no podía ser de otra manera teniendo en cuenta la historia que se oculta detrás. Lamentablemente, muchas son las palabras que se quedan sin decir, muchas las páginas que no se dibujarán jamás, pero no es tarea de una vida, más bien de una generación. De momento, esperamos la publicación de Prisionero en Mauthausen, en De Ponent, donde hallaremos respuestas a preguntas que no queremos formular.
Estupor, impotencia, horror, locura y letargo... Rabia, vacío, náusea, suspicacia y paranoia. ¿Pero me habéis oído hablar del miedo? ¿No? Así es, porque ni entonces me quedaban ya fuerzas para sentir miedo.
Valoración: 6,5/10
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario