GUION: Gabi Beltrán
DIBUJOS: Gabi Beltrán, Bartolomé Seguí
EDITORIAL: Dolmen, Astiberri
PVP: 18,00 €
Tomo tapa dura, 17x24 cm., 152 pag., B/N.
Vamos a ponernos nostálgicos estos días. El calendario acompaña, con las Navidades a la vuelta de la esquina, y la depresión crónica azuza la idea que cualquier tiempo pasado fue mejor. Conviene echar la vista atrás y vernos con la única muda disponible, cenando papas fritas casi cada noche. Y lo haremos, en esta ocasión, leyendo un ejemplar de Historias del barrio.
Agonizan los ’70, y calzamos los ’80 con la alegría de un país ignorante y temeroso, donde los malnacidos campan a sus anchas. En la isla de Mallorca, en uno de sus barrios con más solera y más miseria, crece un joven despierto y despabilado, soñando con abandonar ese suelo gracias a su talento como artista. Se llama Gabi Beltrán, y recogerá sus experiencias ya adulto, para nuestro regocijo, en forma de viñetas.
No es fácil ganarse los duros cuando aprieta la necesidad, pero unos zagales se buscan el modo. Conoceremos también la relación, casi inexistente, con su familia, o su deprimente despertar sexual. Pero un mundo tan áspero se soporta gracias a la amistad, la que se forja con otros elementos afines que el azar ha sugerido en tu camino, y se solidifica o se disuelve en función del tiempo y su desgaste. De esa amistad trata básicamente este libro.
Está dibujado a cuatro manos, con la colaboración de Seguí, un artista que nunca fue santo de mi devoción, pero que admito sabe aquí licuar con la fealdad requerida una inocencia gráfica más propia de Beltrán. Suyos sospecho son muchos efectos sombríos y crudos que dictaminan el tono de la obra.
Editada por Dolmen, contó en su momento con la colaboración del Ajuntament de Palma para su publicación, tras serle concedido el Premi Ciutat de Palma de Còmic 2010. Otros tiempos, otros polvos, de los que ahora disfrutamos unos lodos. Pero algo bueno ha quedado de todo aquello, como el hecho de haber podido disfrutar de la lectura en catalán, con una riqueza de lenguaje autóctono imposible de traducir con honestidad. Para leerla en castellano, señalo la edición de Astiberri. Me apuntan una segunda parte de la obra, tal vez más adulta, más fría, igualmente nostálgica.
Valoración: 7,5/10
DIBUJOS: Gabi Beltrán, Bartolomé Seguí
EDITORIAL: Dolmen, Astiberri
PVP: 18,00 €
Tomo tapa dura, 17x24 cm., 152 pag., B/N.
Vamos a ponernos nostálgicos estos días. El calendario acompaña, con las Navidades a la vuelta de la esquina, y la depresión crónica azuza la idea que cualquier tiempo pasado fue mejor. Conviene echar la vista atrás y vernos con la única muda disponible, cenando papas fritas casi cada noche. Y lo haremos, en esta ocasión, leyendo un ejemplar de Historias del barrio.
Agonizan los ’70, y calzamos los ’80 con la alegría de un país ignorante y temeroso, donde los malnacidos campan a sus anchas. En la isla de Mallorca, en uno de sus barrios con más solera y más miseria, crece un joven despierto y despabilado, soñando con abandonar ese suelo gracias a su talento como artista. Se llama Gabi Beltrán, y recogerá sus experiencias ya adulto, para nuestro regocijo, en forma de viñetas.
No es fácil ganarse los duros cuando aprieta la necesidad, pero unos zagales se buscan el modo. Conoceremos también la relación, casi inexistente, con su familia, o su deprimente despertar sexual. Pero un mundo tan áspero se soporta gracias a la amistad, la que se forja con otros elementos afines que el azar ha sugerido en tu camino, y se solidifica o se disuelve en función del tiempo y su desgaste. De esa amistad trata básicamente este libro.
Está dibujado a cuatro manos, con la colaboración de Seguí, un artista que nunca fue santo de mi devoción, pero que admito sabe aquí licuar con la fealdad requerida una inocencia gráfica más propia de Beltrán. Suyos sospecho son muchos efectos sombríos y crudos que dictaminan el tono de la obra.
Editada por Dolmen, contó en su momento con la colaboración del Ajuntament de Palma para su publicación, tras serle concedido el Premi Ciutat de Palma de Còmic 2010. Otros tiempos, otros polvos, de los que ahora disfrutamos unos lodos. Pero algo bueno ha quedado de todo aquello, como el hecho de haber podido disfrutar de la lectura en catalán, con una riqueza de lenguaje autóctono imposible de traducir con honestidad. Para leerla en castellano, señalo la edición de Astiberri. Me apuntan una segunda parte de la obra, tal vez más adulta, más fría, igualmente nostálgica.
Valoración: 7,5/10
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