GUION Y DIBUJOS: Jimmy Beaulieu
EDITORIAL: Sinsentido
PVP: 25,00 €
Tomo tapa blanda, 15x21 cm., 288 pag., color.
A riego de parecer un pervertido ojeador de posturas y actividades sexuales, me decido a reseñar este bonito ejemplar de buen cómic, beatífico préstamo de una de las bibliotecas públicas que abundan en mi territorio. No es que la palabra pornográfica me pasara desapercibida en la búsqueda de material inédito, pero en verdad afirmo que piqué el anzuelo cuando eché un vistazo al interior.
Como afirma el autor, el canadiense Jimmy Beaulieu, en boca de su alter ego ficticio, para él pintar un hombre es como rellenar un formulario, mientras que pintar una mujer es como paladear une crème brûlée, sea lo que sea eso, pero entiendo debe ser exquisito. Y eso mismo queda patente en las páginas de este cómic, que desbordan sensualidad en cada una de las figuras femeninas que aparecen, y no son pocas.
Por si fuera poco, y siendo el sensual arte su arma más eficaz, la lectura fluye de manera armoniosa, proyectada en distintos personajes y dispares situaciones, permitiendo que la imaginación acompañe al lector más allá de las insinuantes posturas que las buenas mozas ilustradas adoptan.
Buena propuesta lectiva la que os lanzo en esta ocasión, otorgada con la firma de Sinsentido, de quien recibo material arriesgado, pero siempre de calidad. No quiero pasar por alto los extractos que acompaña el cómic de un relato imaginario, de título Pink Floyd o El morbo de las fiestas del sótano de Beauport, escrito por el también imaginado Martin Gariépy; un libro que seguro compraría. Aquí va un fragmento gratis.
Estaba delante de la nevera abierta tomando un poco de zumo de naranja directamente de la botella, cuando vi a Sylvain por la ventana. Venía medio corriendo por la calle des Pétunias. Su expresión facial no estaba concebida para que la viese nadie: estaba aterrado. Ni siquiera parecía haberse dado cuenta de que el periquito de la señora Gosselin le había regado la camiseta de Aerosmith. Apenas tuve tiempo de preguntarme qué había sido de su contención característica antes de comprender que la causa de su conmoción también me incumbía. Al ver la hora, a punto estuve de escupir lo que tenía en la boca. Estábamos perdiéndonos los créditos del Doctor Who.
Valoración: 8/10
EDITORIAL: Sinsentido
PVP: 25,00 €
Tomo tapa blanda, 15x21 cm., 288 pag., color.
A riego de parecer un pervertido ojeador de posturas y actividades sexuales, me decido a reseñar este bonito ejemplar de buen cómic, beatífico préstamo de una de las bibliotecas públicas que abundan en mi territorio. No es que la palabra pornográfica me pasara desapercibida en la búsqueda de material inédito, pero en verdad afirmo que piqué el anzuelo cuando eché un vistazo al interior.
Como afirma el autor, el canadiense Jimmy Beaulieu, en boca de su alter ego ficticio, para él pintar un hombre es como rellenar un formulario, mientras que pintar una mujer es como paladear une crème brûlée, sea lo que sea eso, pero entiendo debe ser exquisito. Y eso mismo queda patente en las páginas de este cómic, que desbordan sensualidad en cada una de las figuras femeninas que aparecen, y no son pocas.
Por si fuera poco, y siendo el sensual arte su arma más eficaz, la lectura fluye de manera armoniosa, proyectada en distintos personajes y dispares situaciones, permitiendo que la imaginación acompañe al lector más allá de las insinuantes posturas que las buenas mozas ilustradas adoptan.
Buena propuesta lectiva la que os lanzo en esta ocasión, otorgada con la firma de Sinsentido, de quien recibo material arriesgado, pero siempre de calidad. No quiero pasar por alto los extractos que acompaña el cómic de un relato imaginario, de título Pink Floyd o El morbo de las fiestas del sótano de Beauport, escrito por el también imaginado Martin Gariépy; un libro que seguro compraría. Aquí va un fragmento gratis.
Estaba delante de la nevera abierta tomando un poco de zumo de naranja directamente de la botella, cuando vi a Sylvain por la ventana. Venía medio corriendo por la calle des Pétunias. Su expresión facial no estaba concebida para que la viese nadie: estaba aterrado. Ni siquiera parecía haberse dado cuenta de que el periquito de la señora Gosselin le había regado la camiseta de Aerosmith. Apenas tuve tiempo de preguntarme qué había sido de su contención característica antes de comprender que la causa de su conmoción también me incumbía. Al ver la hora, a punto estuve de escupir lo que tenía en la boca. Estábamos perdiéndonos los créditos del Doctor Who.
Valoración: 8/10
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